Este artículo es una traducción al castellano del artículo original en la página web de noticias rusas «Novaya Gazeta», escrito por Irina Lukyanova.
Kirill (no indicamos su apellido a petición de su madre) tiene 12 años, estudia en sexto de primaria en un colegio de Moscú (el número está en la redacción). Su madre, Natalia dice que el niño tiene raíces ucranianas, y en una ocasión hasta asistió a un Centro Cultural Ucraniano. Sufre por lo que está pasando entre Rusia y Ucrania.
El viernes 4 de marzo, los alumnos de sexto grado tuvieron su habitual lección de historia. El mismo Kirill cuenta lo siguiente sobre lo sucedido:
– La profesora dijo: «En realidad, esto no se discute con los de sexto grado, pero si queréis entender lo que está pasando, haced preguntas». Y comencé a hacer preguntas. Pregunté: «¿Por qué Putin comenzó la guerra?» A esto la profesora respondió que se trataba de una “operación especial”. Ella dijo: “No sé exactamente dónde están nuestras tropas ahora, pero si se hubieran detenido a mitad de camino, la agresión ucraniana habría continuado”. Una pequeña parte de la clase estaba de mi lado, también hacían preguntas. La profesora contestó: “Los especialistas de Ucrania y Estados Unidos ahora están haciendo publicaciones falsas, dicen que se dan palizas a los manifestantes. Pero las manifestaciones deben coordinarse”. Pregunté: “¿Cómo se puede coordinar con el gobierno una manifestación contra las acciones del propio gobierno?” Ella en realidad no me pudo dar respuesta alguna.
Después de eso, hice la siguiente pregunta: ¿para qué siquiera se ha empezado todo esto y cuándo terminará? Ella dijo que Ucrania lo comenzó y terminará cuando Ucrania deje de resistirse.
«También nos dijo que el nazismo está floreciendo entre los ucranianos, que desde primero de primaria está escrito en los libros de texto que Ucrania es una superpotencia. Tengo muchos amigos de Ucrania, les pregunté acerca de tal información: no tienen nada de eso en sus libros de texto».
Después de eso, como dice Kirill, fue a otra lección y gritó en el pasillo: «¡Gloria a Ucrania!». Algunos de los escolares sentados en el pasillo respondieron con lo mismo en respuesta.
Esta oposición de los alumnos de sexto no pasó desapercibida.
La madre de Kirill cuenta que recibió una llamada en WhatsApp de un número desconocido: «El número es de otra persona, hay un gato en la foto de perfil. Una voz de mujer, sin presentarse, dice que llama por mi hija. También bromeé diciendo que tal vez soy tan mala madre que no sé que tengo una hija. «Queremos decir tu hijo» dijo la voz. «Ven a hablar con la policía». Dije: «Llámame con una citación, vendré. Ya no respondí más a llamadas de números desconocidos».
A la mañana siguiente, alrededor de las diez, la profesora de su hijo la llamó. Invitó a Natalia a venir a la escuela a las doce. Explicó que los oficiales de la inspección de menores querían tener una conversación con su hijo y con ella.
Natalia llegó a la escuela y escribió una declaración sobre que se llevaría a su hijo “por el hecho de que el niño está siendo presionado y le están creando unas condiciones insoportables para su educación” debido a sus opiniones políticas. Lo puso en un taxi y lo llevó al trabajo. En la puerta de la escuela se topó con un grupo de policías.
Al día siguiente, domingo, Kirill estaba solo en casa. Su madre se fue al trabajo. En ese momento, dos policías comenzaron a llamar a la puerta de su apartamento, pero Kirill no abrió. Llamaron a la puerta durante aproximadamente media hora, luego cortaron la electricidad en el apartamento, dejaron una citación «para ser llamados para un interrogatorio» debajo de la puerta y se fueron. La agenda contiene una fecha del interrogatorio escrita de manera ilegible y una amenaza de “sujeto a arresto” en caso de no comparecer.
“Me senté en la cama y pensé qué pasaría ahora”, dice Kirill. «Pero no tenía miedo. Incluso me empecé a interesar qué estaba ocurriendo por allí. Cómo habrá sido todo: aquí tenemos a un niño de doce años que expresó su opinión, vamos a su casa. Aquí no nos abre, apaguémosle la luz».
¿A quién se le ocurrió la idea de quejarse de un alumno de sexto grado a la policía? La familia tiene un conflicto desde hace mucho con la escuela. Su madre prefiere comunicarse con la administración del colegio por escrito. Pero aun así cree que antes de contactar a la policía, al menos podrían haberle escrito o llamado. La familia desconoce quién fue el que denunció el hecho a la policía. La profesora de clase supuestamente tampoco lo sabe, prometió aclarar.
Natalia comenta: «Considero que todo tiene un límite. Entendería si mi hijo hubiera golpeado a alguien, lesionado a alguien, hubiera escrito algo en la pared… Y, lo importante, ¿ahora qué? ¿Estaré obligada a transmitirles un punto de vista oficial? Y también, en mi opinión, es fundamental, incluso en condiciones tan difíciles, demostrar a los niños que hasta si los puntos de vista no coinciden, es necesario buscar una solución pacífica y no llamar a la gente en uniforme».
Kirill explica con calma su posición:
«Pienso que los profesores se equivocan. Se nos dice que a la gente de Ucrania les han lavado el cerebro, pero me parece que a los que les han lavan el cerebro, ha sido a nosotros».
Incluso en tiempos más pacíficos, los niños traen a la escuela opiniones y creencias opuestas. Y en una situación de conflicto agudo, puede ser muy difícil para una escuela suavizar estas contradicciones: para eso, es necesario encontrar palabras extraoficiales y acercamientos humanos a los niños, cuyas almas la “operación especial” les atravesó con pequeños tanques. Pero enviar a tus propios estudiantes que expresan abiertamente sus puntos de vista a la policía para su reeducación parece ser una palabra nueva en la pedagogía rusa moderna.
Quizás sea más difícil para los niños de hoy que para los niños soviéticos de familias que no compartían la ideología comunista. «¿Dónde comienza la Patria? De una imagen en tu cartilla, de lo que dijeron tus padres, no puedes repetir en el patio», esta canción, según las memorias de un contemporáneo, Yevgeny Chukovsky, el nieto del gran narrador, le gustaba mucho repetir.
Durante las tres décadas postsoviéticas, varias generaciones de escolares han cambiado. Y algunos de ellos ya han perdido por completo la costumbre de guardar silencio, de no revelar su desacuerdo de ninguna manera, de decir las palabras correctas sin creer realmente en ellas, de no hacer públicos sus pensamientos. ¿De veras tienen que ser reeducados?
“Fuimos considerados la primera generación cuyas acciones no llevaban castigos en respuesta”, me dijeron con tristeza los adolescentes que conocí el otro día. – «Ahora que todo se ha reiniciado, esperaremos a la próxima generación. La nuestra ya está siendo castigada».
Autora del artículo original: Irina Lukyanova. Foto de la entrada por Egor Aleev. Traducción al castellano por Yana Ledviy.